Daki Semiárido Vivo
Arraigada en los territorios, la formación promueve la Agricultura Resiliente al Clima conectando a las zonas áridas de América Latina
Cuando hablamos de cambio climático, ¿qué nos viene a la mente? Y cuando hablamos de estrategias para afrontar esta situación, ¿en qué piensa? Si has vislumbrado estrategias en las que el protagonismo es de las personas que viven y trabajan en los espacios rurales de las zonas áridas, te has acercado al tema que se tratará en este texto.
El 9 de marzo se pondrá en marcha el Programa de Formación en Agricultura Resiliente al Clima, una acción del proyecto DAKI DAKI Semiárido Vivo, que inicia un periodo de intercambios virtuales y experiencias prácticas que ampliarán los conocimientos en el ámbito metodológico, tecnológico y organizativo para quienes se dedican a producir alimentos en zonas con déficit hídrico.
«El programa DAKI Semiárido Vivo es una iniciativa de gestión del conocimiento que genera una enorme oportunidad para consolidar también procesos de intercambio entre técnicos, productores, mujeres, jóvenes, grupos afrodescendientes, pueblos originarios, comunidades tradicionales para generar procesos de aprendizaje y capacitación en prácticas agrícolas y sociales. Y por ello, consideramos que es una enorme oportunidad para generar un proceso de cooperación Sur-Sur que vaya más allá de América Latina y pueda incorporar también zonas como África o Asia que tienen las mismas características que los países del Semiárido latinoamericano», señala Gabriel Seghezzo, de la Fundación para el Desarrollo en Justicia y Paz (Fundapaz), organización que ejecuta DAKI en Argentina.
«DAKI contribuye como conexión entre pueblos que, a la vez que proporcionan información a otras regiones, a otros agricultores, también reciben información. Y, tanto la información que aportan como la que reciben, constituyen un caudal de conocimiento extraordinario que enriquece enormemente nuestras prácticas agrícolas para garantizar la seguridad alimentaria y la soberanía de nuestros agricultores», argumenta Ismael Merlos, de la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE).
FUNDE es una de las organizaciones ejecutoras del proyecto DAKI Semiárido Vivo, junto con Fundapaz y la Asociación del Programa Un Millón de Cisternas (AP1MC). Tanto FUNDE como Fundapaz forman parte de la Plataforma Semiárida. La AP1MC es responsable de la gestión física y financiera de los programas de Articulação Semiárido (ASA).
«La Plataforma y ASA son redes que trabajan en América Latina en temas de acceso a la tierra, al territorio y al agua, temas de innovaciones tecnológicas con el objetivo de generar propuestas resistentes al cambio climático», explica Gabriel. Estas dos redes conforman la sostenibilidad política y metodológica del proyecto DAKI Semiárido Vivo y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) apoya financieramente la acción.
Arraigo territorial y alcance continental – A pesar de llevarse a cabo en el entorno virtual y de unir a personas en regiones distantes de América Latina, el programa fomenta la formación o el fortalecimiento de redes territoriales que trabajan en la agricultura resiliente a partir del enfoque adoptado.
«La propuesta es contribuir al arraigo del proceso de aprendizaje desde un enfoque territorial. Buscamos el arraigo del aprendizaje no sólo en los participantes que intervienen directamente en las sesiones educativas, sino también en las personas que viven en esas comunidades, en esos territorios, en los diferentes actores sociales, en las organizaciones de referencia. En otras palabras, todo el mundo debería poder beber un poco de la rica fuente que será esta formación», explica la coordinadora del componente de formación del proyecto DAKI Semiárido Vivo, Rodica Weitzman.
Continúa: «La idea que tenemos es que, al final del programa, estamos construyendo lo que llamamos redes territoriales y, cada vez más, estas redes territoriales se expandirán, fortalecerán y darán sostenibilidad a las acciones previstas dentro de los planes de acción para la agricultura resiliente al clima a nivel territorial».
Además de promover los intercambios y estimular la formación de redes territoriales en torno a recursos y conocimientos que fortalezcan la práctica agrícola frente a los contratiempos climáticos, el programa de formación cuenta con un gran activo: el material pedagógico construido a partir de experiencias prácticas que permiten la convivencia con el Semiárido.
Cuando el proyecto inició sus actividades, se realizó una encuesta sobre los conocimientos ya organizados y sistematizados acerca de las experiencias de convivencia con el Semiárido en los tres territorios en los que actúa DAKI SV.
Este estudio mapeó cerca de 300 prácticas existentes en toda la región semiárida brasileña, en el Chaco argentino y paraguayo y en el Corredor Seco de El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Honduras. De las 300 experiencias, 65 fueron seleccionadas para ser sistematizadas a través del proyecto DAKI SV.
Las sistematizaciones realizadas por DAKI buscan observar con mayor profundidad los elementos que contribuyen a esta iniciativa para aumentar la capacidad de las personas de vivir y producir alimentos en las zonas áridas.
Estas innovaciones estarán en el centro del programa para favorecer el proceso de reflexión colectiva y apoyar el proceso de multiplicación que aprenden los participantes de todos los territorios», asegura Rodica.
De las 65 experiencias, 10 serán estudiadas en mayor profundidad mediante un método de observación sistémica del agroecosistema familiar. Se trata del método Lume que es capaz de investigar datos cuantitativos y cualitativos y también de hacer perceptibles procesos y flujos que son cruciales para el equilibrio y la sostenibilidad del sistema de producción.
Parte virtual y parte presencial – Aunque Internet es un medio para impartir clases -sincrónicas (en directo) y asincrónicas- el programa de formación también tiene momentos de encuentros presenciales entre participantes que viven en la misma comunidad o en comunidades vecinas. «La formación se divide en dos etapas. El primero está estructurado como un curso dividido en cuatro módulos. Cada módulo dura tres semanas y tiene un tiempo intermodal, comunitario, en el que los participantes harán el trabajo práctico, de forma colectiva, dentro de sus comunidades y territorios», explica Rodica.
«La segunda etapa de la formación, que comienza en agosto, consiste en la construcción y puesta en marcha de un plan de acción sobre agricultura resiliente al clima, también a nivel de comunidades y territorios, e igualmente un ejercicio colectivo. La idea es que los participantes involucren a sus familias, grupos de jóvenes, grupos de mujeres, organizaciones comunitarias, etc., en estos planes de acción, que les permitirán poner en práctica lo que han aprendido en la primera etapa», añade.
La impartición de clases por internet es, sin duda, uno de los puntos más delicados de la propuesta formativa. «Es un reto al que se enfrenta el programa. Es un reto para las tres regiones, cada una tiene su propia estrategia y, al mismo tiempo, es también una forma de hacer visible la necesidad de mejorar la conectividad rural en las zonas áridas», destacó Gabriel Seghezzo, que coordina el proyecto DAKI SV en Argentina.
«DAKI tendrá una estrategia de conectividad para el acceso universal a la información de los alumnos del programa, pero sigue siendo un gran reto a resolver en algunos casos concretos donde la conectividad es más difícil», añade.
En Argentina y El Salvador, la estrategia más importante es la organización de Centros de Conectividad, en los que los participantes accederán a Internet para ver las clases en línea y descargarán los contenidos de las clases asíncronas en sus teléfonos móviles para verlos en otro momento.
En El Salvador habrá 15 centros de acceso a Internet. En Argentina, alrededor de 50. En Brasil, este apoyo logístico será ofrecido por las instituciones que operan en los territorios donde viven los participantes. «Las organizaciones de referencia desempeñan un papel muy fuerte, muy importante, en el proceso de apoyo a los participantes: apoyo para el acceso a Internet, apoyo para el desplazamiento de un participante, apoyo basado en el conocimiento acumulado por estas organizaciones de referencia con sus experiencias de implantación de tecnologías como las cisternas», dice Andréa Sousa, de la ONG Esplar, que actúa en la región semiárida de Ceará.
¿Y quién puede participar en la formación? Podemos decir que los 1.300 participantes en este programa de formación fueron prácticamente elegidos a dedo. Y es que para ser educador, el interesado debía cumplir varios criterios: desde vivir en territorios predefinidos hasta tener capacidades como el perfil de liderazgo comunitario y la apertura para aprender e innovar.
Para cada una de las tres regiones de América Latina, había que cubrir un número de plazas observando una composición que implicaba el número de técnicos (50%) y de agricultores (50%), el número de mujeres (al menos 50%), de jóvenes (al menos 40%) y de diferentes grupos étnicos (60% de personas no blancas, pueblos originarios y comunidades tradicionales).
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