Daki Semiárido Vivo
En marzo, campesinos y técnicos de zonas secas de América Latina comienzan a formarse en Agricultura Resiliente al Clima
Sin dejar de lado los conocimientos académicos, el programa de formación del proyecto DAKI Semiárido Vivo centra su interés en los conocimientos populares que han hecho posible la vida en regiones con escasez de agua
Norma Ramírez, agricultora familiar del municipio de Berlín, en El Salvador, ya tiene en mente una de las cosas que quiere aprender en la formación que realizará este año sobre resiliencia climática. «Me gustaría que nos dieran formación sobre agricultura ecológica para tener más conocimientos. Y también cómo asegurarse de que no falte agua para nuestros cultivos». Berlín es uno de los municipios de El Salvador que se encuentra dentro del Corredor Seco, un territorio de clima subhúmedo que atraviesa cinco países centroamericanos.
Hacia el sur de América Latina, en la región del Chaco argentino, más precisamente en la provincia de Santiago del Estero, Dora Corvalán nos comparte sus expectativas con respecto al mismo programa de formación en el que está inscrita la salvadoreña Norma.
«Que pueda crear capacidades en nuestros jóvenes, en nuestras organizaciones para la gestión, para la correcta gestión de los recursos naturales. Que podamos aprender de otras experiencias y poner en práctica estos conocimientos adaptándolos a la realidad de cada lugar, de cada territorio», sostiene, y añade que también espera una buena adhesión por parte de los jóvenes: «Creo que esto creará más arraigo si ellos pueden apropiarse de este programa de formación».
En otra región semiárida de América Latina, Raquel de Castro, una joven de la etnia Tremembé que vive en las tierras indígenas de Barra do Mundaú, en el estado de Ceará, también está motivada para participar en la formación. «Quiero intensificar aún más esta agricultura agroecológica sostenible, que ya se está trabajando en el territorio de forma individual y colectiva, esta agricultura que no hace más que fortalecer la tierra aún más con la diversidad de cultivos. Creo que esta formación me ayudará aún más a entender y trabajar con los agricultores de mi territorio», afirma.
Norma, Dora y Raquel forman parte del grupo de cerca de 1.300 personas inscritas en el programa de formación de Agricultura Resiliente al Clima, cuyo principal objetivo es aumentar las capacidades de las comunidades y de las organizaciones de asistencia técnica rural -de la sociedad civil o de los gobiernos- para hacer frente a las situaciones adversas que son cada vez más comunes con el calentamiento global: sequías prolongadas, pérdida de productividad del suelo, avance del proceso de desertificación, tormentas, entre otras.
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Esta formación, que comienza en marzo y se prolonga hasta diciembre de este año, es una de las respuestas de la sociedad civil a la crisis climática, que ya está modificando los regímenes de lluvias en zonas con antecedentes de estrés hídrico. De hecho, el programa de formación sobre Agricultura Resiliente al Clima es una de las estrategias del proyecto DAKI Semiárido Vivo. DAKI son las siglas de la «Iniciativa de Adaptación a las Tierras Áridas» en inglés.
El respaldo político y metodológico de este proyecto proviene de dos grandes redes de la sociedad civil, ASA y Plataforma Semiáridos de América Latina, que han acumulado conocimientos, han desarrollado metodologías para aumentar la capacidad de las familias y las comunidades para convivir con las condiciones del semiárido y han influido en las políticas públicas. En la dimensión financiera, la iniciativa cuenta con recursos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), vinculado a la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
«El proyecto DAKI Semiárido Vivo no es un punto de partida ni de llegada, pero es un medio muy importante porque trabaja con lo que históricamente se ha negado a los pueblos de las regiones secas: el conocimiento, desde el punto de vista de su existencia. Y luego, el derecho a tener acceso al conocimiento», anuncia Cícero Felix, coordinador ejecutivo nacional de ASA en Bahía.
Desplazamiento del centro del conocimiento
En la propuesta pedagógica de la formación, las experiencias protagonizadas por la población rural son un conocimiento valioso para que cada vez más comunidades y territorios se preparen para afrontar los extremos climáticos y desarrollen las habilidades y capacidades necesarias para permanecer en el campo con calidad de vida.
El sociólogo y coordinador del proyecto DAKI, Antônio Barbosa, comenta la ampliación de la visión de lo que es el conocimiento. «Por regla general, se dice que el único conocimiento válido es el sistematizado en la academia. DAKI está trabajando con otra forma de conocimiento que aquí, en la región semiárida brasileña, es algo muy común que ASA ha estado trabajando, que es el conocimiento basado en la práctica. Es importante decir que la práctica es parte de la necesidad que lleva a la innovación. Por lo tanto, estamos hablando de la innovación campesina, la innovación de la gente para satisfacer necesidades comunes y sencillas, como el acceso al agua, la gestión del suelo, la gestión de los bosques, la gestión de sus animales. Es este conocimiento práctico que construyen los agricultores, las comunidades tradicionales, los pueblos indígenas, el que estudiaremos, investigaremos, discutiremos con los que producen este conocimiento, incluidos los agricultores, las agricultoras, pero también con los técnicos».
¿Y qué contribución pueden hacer las instituciones académicas y de investigación a esta formación?
«Mirar las experiencias del Semiárido en América Latina y pensar juntos cuáles son las claves de interpretación que estas familias han ido desarrollando para sus prácticas de resiliencia, resistencia, adaptación y creación en el Semiárido, pero también las claves de interpretación para pensar juntos nuevos modelos de desarrollo basados en la agroecología, desarrollo territorial y el reconocimiento del papel fundamental que estos individuos vienen desarrollando para señalar nuevos caminos y nuevas oportunidades de convivencia con el Semiárido», afirma la profesora Laeticia Jalil, que forma parte del comité pedagógico en Brasil, en representación de la Universidad Federal Rural de Pernambuco, una de las siete universidades socias del proyecto en los tres países que anclan la iniciativa.
Pero no es sólo el encuentro entre el conocimiento popular y el académico lo que proporciona DAKI. Hay otras convergencias y diálogos que la iniciativa promueve a través de su diseño. «DAKI es un espacio donde confluyen muchas cosas: el Estado, el mundo académico, las comunidades, las agencias de Naciones Unidas como el FIDA, las organizaciones sociales que actúan, las ONG, las cooperativas, las comunidades quilombolas. En otras palabras, es un gran encuentro de diálogos entre lenguas, pueblos, técnicos y agricultores. De hecho, DAKI es este espacio de muchas formas de ver, muchas formas de contribuir y reconstruir, un poco, esta historia de los pueblos del Semiárido», dice Barbosa.
Y en este encuentro entre diversos pueblos y sujetos políticos, muchos de ellos invisibles, el FIDA tiene el papel de facilitar este debate. «Para el FIDA, debe ser muy democrático. Es decir, que podamos contar con varios representantes, con la diversidad de pueblos de las zonas secas de América Latina para discutir un tema importantísimo que tiene que ver con el cambio climático, que tiene que ver con el fortalecimiento de capacidades, con la capacitación y también con el intercambio de experiencias y buenas prácticas para potenciar la gestión del conocimiento y también la cooperación Sur-Sur, que es otro tema que está ganando protagonismo en la agenda del FIDA aquí en América Latina y el Caribe», comenta Hardi Vieira, Oficial de Programa del FIDA.
«Queremos que esta diversidad, los pueblos y comunidades tradicionales y las distintas poblaciones y segmentos de la sociedad civil que a veces no tienen voz o tienen una voz limitada, también tengan una acción concreta y participen en la formación de políticas públicas y en la formación de opinión en el segmento de la resiliencia climática, que implica varias dimensiones y por lo tanto es un tema importante porque tiene impacto económico y social», añade Hardi.